LA VANGUARDIA
Lunes 03 de Octubre de 1887
Podemos ampliar hoy, con algunos detalles, verdaderamente dolorosísimos, (dice La Publicidad) la noticia que ayer adelantamos referente a la desgracia que sufrieron algunos empleados de las minas de San Juan de las Abadesas.
El ingeniero jefe de aquellas minas, don Luis Mariano Vidal, cesó el viernes, por dimisión, en el desempeño de aquel cargo, y los empleados que estuvieron bajo sus órdenes, queriendo darle una muestra de afecto, le acompañaron hasta la estación de San Juan, previo el permiso del nuevo ingeniero don José Margarit.
Después de estrechar por última vez la mano, en señal de despedida, del que habia sido su jefe, se dispusieron aquellos a regresar a su residencia, y mientras unos emprendian el camino a pié, por la carretera, otros, en número de nueve, subieron a un wagonete de los que se utilizan para el servicio de las minas.
Salió el vehiculo, y sin saberse la causa que lo originara, se deslizo ràpidamente por el plano inclinado, siendo a los pocos momentos su velocidad vertiginosa, sin que pudieran disminuirla, ni menos detener la marcha, los medios que para ello se emplearon, lo cual hizo que al llegar el wagonete a una curva que hay en la via, frente a la fábrica de cemento de la sociedad, descarrilase y se despeñase, yendo a parar con todos los viajeros que lo ocupaban al fondo de una alcantarilla.
En revuelto montón, entre los restos del wagonete, y salpicados de sangre, quedaron las nueve personas que antes ocuparan el vehículo; muerta una de ellas, herida gravemente las mas, dos solo con varias contusiones e ilesa una.
Inmediatamente acudieron en socorro de aquellos desgraciados todos los individuos de la colonia minera que tuvieron conocimiento de lo ocurrido, y trasladaron el muerto y los heridos a las casas inmediatas, dando aviso para que acudieran médicos cuanto antes.
Los primeros auxilios prestólos un cirujano que habita en la colonia; luego acudió el médico de San Juan de las Abadesas señor Mir, y mas tarde llegó el médico de las minas señor Comamala, que se hallaba ausente al ocurrir la catástrofe. En cuanto se tuvo noticia de ella en esta capital, salieron para Torallas el doctor Viura, médico principal de la compañia y el jefe de la explotación señor Vehil.
He aquí las desgracias ocurridas a consecuencia de tan terrible suceso:
El ingeniero don Juan Moreu, murió en el acto, quedando con la cabeza aplastada debajo de una de las ruedas del wagonete.
El oficial de la administración don José Puig, fué recogido moribundo y falleció a poco de haber sido trasladado a una casa inmediata.
Quedaron heridos de mucha gravedad don Eudaldo Arqués, maquinista, que ayer inspiraba mucho cuidado; don Antonio Borrás, escribiente, cuyo estado no era tampoco muy satisfactorio, y don Luis Tura, auxiliar, quen, sin haber dasaparecido la gravedad, se hallaba en estado relativamente satisfactorio.
Además hay otros dos heridos, habiendo recibido también contusiones, el reverendo señor Ribas, cura de la colonia, y un maquinista. El único que resultó ileso, fué un capatáz de mineros.
Tanto el ingeniero jefe señor Margarit, como los empleados y demás personas de la colonia procuraron atender y asistir a los heridos como les fué posible.
La esposa del señor Moreu se hallaba en esta ciudad y se tomaron las debidas precauciones a fin de prepararla para el rudo golpe que la esperaba, golpe que recibió la joven esposa del señor Puig inesperadamente, habiendo quedado desde aquel instante sumida en una especie de estupor que hace temer por su razón. Hace su desgracia mas lastimosa la circunstancia de hallarse la infeliz en estado interesante.
Fins aquí la noticia publicada a La Vanguardia.
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